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Lorenzo, de unos 70 años, vive en un antiguo edificio del centro de Nápoles, es una persona indiferente y egoísta que hace tiempo que dejó de querer a sus dos hijos. Algo cambia al llegar una pareja con niños al piso que se encuentra enfrente del del viejo Lorenzo. Michela es hermosa y vivaracha; Fabio es un ingeniero naval de Trieste inquieto, inestable y con dejes de infantilismo. Lorenzo no tardará en encariñarse de esta familia aparentemente perfecta que representa algo que nunca fue capaz de encontrar en sus hijos. Sin embargo, una enorme tragedia acontecerá entonces, un delito característico de la peor crónica de sucesos, que provocará que el padre, anciano, y la hija, quien busca testarudamente una reconciliación, revisen de algún modo su relación afectiva.
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Giulia tiene treinta años y no está casada. Ella tiene un buen trabajo que le permite viajar y llevar una vida de lujo en Milán y París. Está convencida de que tiene todo lo que necesita para la felicidad, pero después de conocer a Renzo, un encantador agricultor de Apulia, Giulia comprende que se está perdiendo lo más importante de su vida: el amor verdadero.