República Federal Alemana, año 1968. Las hijas de un sacerdote, Marianna y Julianne, dedican su vida a luchar para cambiar la sociedad, reivindicando, por ejemplo, la legalidad del aborto. Sin embargo, eligen caminos muy diferentes para conseguir sus objetivos: Julianne, que es reportera, sigue una vía pacífica a través de la denuncia periodística. Marianna, en cambio, se une a una organización terrorista.
El protagonista de la película —la más convencional de Kluge desde el punto de vista narrativo— es Ferdinand Rieche, un ex comisario que, tras ser expulsado de la policía a raíz de su escaso entusiasmo por las limitaciones impuestas por el estado de derecho, encuentra trabajo como responsable de la seguridad de una planta química. Después de haber demostrado con creces su disparatado celo profesional y su mezquindad personal, Rieche vuelve a ser despedido y se propone poner al descubierto por cuenta propia las lagunas existentes en la protección que reciben los cargos políticos del país. En Ferdinand el radical tenemos, pues, una divertida sátira sobre uno de los personajes prototípicos de la Alemania de la época, el del pequeño-burgués fanáticamente obsesionado con la seguridad.