El Romano
Armando lee tranquilamente en la paz semioscura de su despacho. Le llegan por el teléfono móvil y por el fijo tres invitaciones consecutivas para comer a la misma hora. Acepta las tres sin dudarlo. Y es que Armando es famoso por su conducta extravagante y altruista entre sus vecinos. Pero esconde aviesas intenciones de triunfo muy alejadas de la buena vecindad con que gusta caracterizarse públicamente.