Eusebio Sacristán
Ronaldinho es sinónimo de sonrisa, de alegría, de fiesta. De ser feliz y hacer felices a los demás. Cuando el Barcelona fichó al brasileño, en el verano de 2003, los azulgrana estaban pasando por momentos complicados. Ronaldinho, con su fútbol y su manera de ser, transformó el club. Dos ligas, una Champions, un Balón de Oro y varias noches para la historia forman parte de su legado. Frank Rijkaard, Leo Messi o Sandro Rosell son también personajes fundamentales de aquel lustro inolvidable por su relación con Ronaldinho. Pero esa historia de amor fue, tal vez, demasiado corta. Cinco temporadas de azulgrana, las dos últimas cuestionado. Después, varias experiencias en diferentes equipos y un periplo vital que le llevó a una cárcel de Paraguay. Ronaldinho estaba llamado a marcar una época, pero no lo hizo. ¿Duró demasiado poco? ¿O, simplemente, eligió vivir a su manera?