Milena Peinado
Después de nuestro paseo a la costa una cosa me quedó clara: no existe un solo recuerdo que no tenga una buena dosis de dolor, eso sí con mucho amor. Mi papá sabía que la mejor manera de demostrar el amor que sentía por mi madre era haciendo realidad su sueño: viajar en barco. Para ello decidió involucrar a la familia y de paso, darnos las vacaciones que según él la familia se merecía; a pesar de que para mi hermana Milena, para mi abuela y para mí, no era el mejor plan. El barco salía de Cartagena, allí debíamos llegar a la hora exacta para embarcar, pero lo que no esperábamos eran todas las aventuras que nos iban a ocurrir en el camino desde Bogotá hasta nuestro destino.
Vanessa
A sus trece años, Catalina empezó a asociar la prosperidad de las niñas de su barrio con el tamaño de sus tetas. Pues quienes las tenían pequeñas, como ella, tenían que resignarse a vivir en medio de las necesidades y a estudiar o trabajar de mesera en algún restaurante de la ciudad. En cambio, quienes las tenían grandes como Yessica o Paola, se paseaban orondas por la vida, en lujosas camionetas, vestidas con trajes costosos y efectuando compras suntuosas que terminaron haciéndola agonizar de envidia. Por eso se propuso, como única meta en su vida, conseguir, a como diera lugar y cometiendo todo tipo de errores, el dinero para mandarse a implantar un par de tetas de silicona, capaces de no caber en las manos abiertas de hombre alguno. Pero nunca pensó que, contrario a lo que ella creía, sus soñadas prótesis no se iban a convertir en el cielo de su felicidad y en el instrumento de su enriquecimiento sino, en su tragedia personal y su infierno...