Klaus
Pierre lleva, a sus diecisiete años, una vida pequeña, ordenada y casta en compañía de su abuela. El desastre está en Canarias, en casa de sus padres, una pareja peleada y dada al libertinaje. Pierre comienza a vivir con ellos, con Hélène, madre fascinante, femme fatale, con el padre, odiado y al que pronto enterrarán. Hélène arrastra a su hijo al placer, le cede a Réa, antiguo capricho lésbico. Con ella, Pierre descubre el éxtasis, la vergüenza y el respeto. La moral de Hélène, definitivamente relajada, no considera que desear a su propio hijo sea un tabú, ella no lo llamaría incesto.
Le serviteur
Repudiated by her husband Jason, Medea takes cruel revenge on her children.
Fleuriste
Lucien Macrois, un magnate de la comunicación, contrata a Clélia, una joven y talentosa fotógrafa, para mejorar la imagen de su grupo empresarial. En constante oposición con el mundo que lo rodea, Clève, un editor de 35 años, honrado y comprometido con la calidad literaria, se enamora de Clélia. Hechizada por su torpeza e ingenuidad, Clélia acepta su proposición de matrimonio. Sin embargo, cuando conoce a Nemo, un joven fotógrafo especializado en reportajes duros e impactantes, se da cuenta de que comparten el mismo amor y pasión por la imagen.
Marcel Proust (1871-1922) está en su lecho de muerte. Ver fotografías trae recuerdos de su infancia, su juventud, sus amantes y la forma en que la Gran Guerra puso fin a un estrato social. Sus recuerdos no están en un orden particular, se mueven hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. Marcel en varias edades interactúa con Odette, con la bella Gilberte y su marido condenado, con el barón de Charlus que busca el placer, con la amante de Marcel Albertine y con otros; presentes también en la memoria están la querida madre y abuela de Marcel. Parece como si vivir es recordar y capturar recuerdos es crear una obra de gran arte. Los recuerdos son paralelos al volumen final de la novela de Proust.