Poco después de la caída de Salvador Allende en Chile, un artista que simpatiza con la Junta Militar de Gobierno llega a París para cantar sobre lo que él considera la nueva realidad del país. Un grupo de exiliados chilenos se topa con él y deciden secuestrarlo de una manera bastante peculiar: llevándolo de farra. Pronto, sin embargo, resurgen sus vicios más pesados: la incapacidad de organizarse, el asambleísmo inoperante que los obliga a votar hasta para tomar las más nimias decisiones, las diferencias de clase entre los exiliados burgueses y los exiliados obreros y, en particular, la vacía retórica de un discurso político más preocupado por conseguir aplausos (y fondos de ayuda internacional) que de resolver su situación.
En un recorrido por los submundos del Santiago nocturno de los setenta, a través de un grupo de intelectuales de medio pelo – escritores que no publican, músicos que no sacan discos y poetas que escriben en servilletas – entramos no sólo en la bohemia, sino en la marginalidad intelectual de comienzos de los 70.