Una cesta va flotando por el río Rin cuando, repentinamente, un pequeño puño sale de su interior destrozándola. Se trata del pequeño Sigfrido, un niño de poderes extraordinarios e incontrolables. El herrero Mime le salva de las aguas y le adopta. Pronto Siggy, así le conocen en el pueblo, da pruebas de su gran fuerza y se convierte en la pesadilla de sus vecinos. Pasa el tiempo, Siggy ya es adulto, pero sigue viendo el mundo con los ojos de un niño de siete años. Sus amigos han acabado por rehuirle, así que su único compañero es un cerdo. Y aunque se trata de un tipo realmente encantador y bueno, sus convecinos están deseando que abandone el lugar. La oportunidad llega cuando se topa con una bella joven en el bosque...
Ecky está bajo los palos para intentar parar el penalti decisivo en el último partido que su equipo disputa en la liga regional. Y no lo para. Si se tratara de Casillas, Barthez o Khan, los hinchas lo justificarían como una cantada pasajera o mejor aún, una noche movida cumpliendo con señoritas modelos. Como se trata de Ecky y toda la ciudad acaba de descubrir que es gay, por puro prejuicio popular bien arraigado: “los homosexuales si de algo no entienden es de fútbol”, lo condenan al ostracismo. Pero Ecky no sólo no se rinde, sino que comienza a ojear talentos para crear el primer equipo de fútbol gay de la historia. Y aún más: demostrará que, para jugar al fútbol, mejor arte y talento que testosterona y las pelotas, mejor sobre el césped que presumir de ellas.