Kifah
Mustafa y su esposa Salwa provienen de dos aldeas palestinas que están a solo 200 metros de distancia, pero separadas por el muro. Su situación de vida inusual está comenzando a afectar su matrimonio feliz, pero la pareja hace lo que puede para que funcione. Todas las noches, Mustafa enciende una luz desde su balcón para desear buenas noches a sus hijos del otro lado, y ellos le señalan que regrese. Un día, Mustafa recibe una llamada que todos los padres temen: su hijo ha tenido un accidente. Se apresura al punto de control donde debe esperar agonizadamente en la fila solo para descubrir que hay un problema con sus huellas dactilares y se le niega la entrada. Desesperado, Mustafa recurre a contratar a un contrabandista para que lo lleve al otro lado. Su viaje de 200 metros se convierte en una odisea de 200 kilómetros a la que se unen otros viajeros decididos a cruzar.
Mohammad
Three Palestinian siblings attempt to visit their bedridden grandfather who resides on the other side of the separation wall.
After his recovery, middle-aged Hamza has continued a practice he began 20 years ago when he was freed from an Israeli prison: he goes into the woods every day to chase the lion that the locals don’t think exists. Hamza struggles to reach a peaceful place. Despite his wife’s pleadings and the villagers’ contempt, Hamza sits his baits and traps in the forest, hoping to defeat the mysterious threat. He finds refuge in his journey from social rejection and denial. In the woods, Hamza is free to act according to his beliefs, fighting his own battle to heal an open wound – the trauma of losing his childhood friend, and the horrific memories of torture and guilt.