El fracaso de Ramón Budiño, que planea primero el asesinato de su padre y se reconoce después incapaz de llevarlo a cabo, se debe en buena medida a la actitud general de una sociedad que no tolera gestos dramáticos. Sin embargo, el radical desacomodo de clase, creencias, sentimientos, profesión y memoria del protagonista juega también un papel decisivo en el drama.
Un hombre viudo tiene que encargarse en solitario de su hijo, de once años, al mismo tiempo que intenta rehacer su vida sentimental y hacer resurgir la compañía teatral con la que actuaba de joven junto a sus viejos amigos.