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Siglo XVIII. El rey danés Frederik V declaró que los páramos salvajes de Jutlandia deberían ser colonizados y cultivados para que la civilización pudiera extenderse y generar nuevos impuestos para la casa real. Sin embargo, nadie se atrevió a seguir el decreto del rey. Esa tierra significaba muerte: un lugar lleno de lobos hambrientos y castigado por una naturaleza brutal e implacable. Pero a finales del verano de 1755, un soldado solitario llamado Ludvig Kahlen decidió que esos páramos le proporcionarían la riqueza y el honor que había deseado siempre.